Guía para descubrir San Luis Potosí

Un fin de semana largo puede ser el pretexto perfecto para emprender un viaje al rico pasado minero del país. Si buscas qué hacer en San Luis Potosí, su capital del mismo nombre es una ciudad llena de palacios neoclásicos y casonas señoriales que todavía acogen con lujo a los buscadores de “oro”.

Y es que el verdadero tesoro potosino ya no está en sus minas sino en cada esquina de su hermosa capital, brilla en sus pintorescos barrios y en sus jardines de alamedas.

Matehuala no solo tiene una catedral neorromántica inconclusa que imita el templo de San José, en Lyon, como prueba de la devoción y riqueza de sus fundadores, sino que también es la verdadera cuna del cabrito. Su arteria principal, la carretera 57, esconde paradores que son un verdadero reino de sabor.

Pionero de los pueblos mágicos y entrada al valle sagrado de los wixárikas, Real de Catorce revivió con nuevas propuestas y hasta como set de cine. Devotos y místicos se internan en el túnel de Ogarrio para dejarse llevar por sus leyendas de mineros aparecidos, como el “Jergas”, que no deja de señalar el lugar donde excavar el oro. También hay quien ve fantasmagóricas sombras en las ruinas de su pueblo fantasma.

No te puedes perder la zona media del estado, cuyo centro es Rioverde, un importante poblado al lado del río que le da nombre y baña abundantes huertas de naranja, frijol, maíz y aguacate.

Ciudad Valles es un poblado moderno pero con mucha historia debido a la cercanía de los sitios arqueológicos de Tamtoc-Tamuín, las antiguas grandes capitales huastecas. Valles es la antesala de frondosos bosques y en sus museos guarda tesoros de la cultura tenek como el Adolescente huasteco.

Además en sus cercanías hay cascadas de 300 metros de ancho y 105 metros de altura como la Cascada de Tamul, que cae espectacularmente sobre el río Tampaón. Todo un reto de altura para los escaladores más temerarios.

En Xilitla se ha dicho mucho del jardín del inglés Edward James y sus esculturas filosóficas perdidas en la jungla. Se sabe del patrocinio que el rico aristócrata hizo a Salvador Dalí, Leonora Carrington y hasta se puede dormir en sus Castillos y casas.